Odio la Fórmula 1.
Este “deporte”, por llamarlo de alguna manera, me ha tenido 12 horas el sábado y otras 6 más el domingo paralizada sin tareas a la vista. Es duro estar metida en una oficina todo el fin de semana con un espléndido sol en el exterior, pero más lo es pasarse casi 24 horas sin poder hacer gran cosa.
Pero no es de eso de lo que quiero hablar. El caso es que el despliegue del informativo del sábado a mediodía desde Montmeló impidió que se emitiera una pieza prevista inicialmente sobre “unas lesbianas que repartían bollos” (porque así es como era descrita). Ese grupo de lesbianas no estaban allí para endulzar la mañana de sábado de todo aquel que pasara por la Gran Vía madrileña, sino que se reunieron para celebrar la Primera Edición de la Jornada por la Visibilidad Lésbica, en una reivindicación por la visibilidad, la libertad y la igualdad. Centrémonos en la primera reivindicación.
Lideraba el acto Boti García Rodrigo, representado a la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, y afirmaba que “el término homosexual invisibiliza a las lesbianas, el término gay invisibiliza a las lesbianas”. Lo segundo es obvio, pero lo cierto es que da qué pensar. Ciertamente, ocurre muchas veces que, cuando en un medio de comunicación se quiere hablar de homosexualidad, se utiliza inadecuadamente la palabra gay. Pero no menos cierto es que cuando se usa el término correcto, esto es, homosexual, mucha gente piensa sólo en el componente masculino. En este sentido, la reivindicación del reparto de bollos (y pinchos de tortilla) tiene mucho sentido.
Pero la visibilidad no se consigue sólo a través de la utilización correcta de los términos. También es fundamental la representación. Y la representación de las lesbianas en los medios, también va por detrás de la de los gays. Es lógico que esto ocurra, ya que la representación de los gays ha sido siempre mucho más habitual, por lo que su evolución está infinitamente más avanzada. Porque aunque las “locas” siguen siendo los más habituales, han existido un Mauri y un Fernando (“Aquí no hay quien viva”) gracias a los que se ha mostrado otra tipo de gays. Y ellos son sólo un ejemplo, porque también está un Jesús Vázquez copando los programas con más audiencias de la cadena de la Fórmula.
El otro día me decía una amiga que en la representación de lesbianas era necesaria una inmediata transformación, porque las que salen en las series no son para nada realistas. Yo no estoy del todo de acuerdo con eso, porque auque sí que es cierto que la mayoría no son como Maca, y muchísimo menos como Vero (“Hospital Central”), estos dos personajes, y también la pionera Diana Freire (“Siete vidas”) y la magnífica Bea de “Aquí no hay quien viva”, han conseguido que se muestre y hasta se haga habitual un tipo de lesbianas muy alejadas de las típicas con camisa de cuadros y gafas de pasta de las que nos hablaban en “El otro lado de la cama” (y que también en la película parodiaban con el personaje de Natalie Poza, otra buena representación). Y esto ha pasado casi de la noche a la mañana.
Me decía también mi amiga que aparte de no estar de acuerdo con la proliferación de esos personajes por su falta de realismo, creía que iba haciendo falta más variedad. Yo creo que esa variedad no ha llegado simplemente porque la evolución es lenta. Ya se han dado, sin embargo, algunos casos, como el de la serie de internet “Chica busca chica”. Pero se trata sólo de una serie enfocada y dirigida hacia el público lésbico. El siguiente paso debería ser la mostración de dicha variedad en las series con un target y una difusión más amplios. Un muy buen ejemplo de esa variedad es la serie británica “Sugar Rush” (imagen), fresca, divertida y para (casi) todos los públicos. Muy recomendable.
Este “deporte”, por llamarlo de alguna manera, me ha tenido 12 horas el sábado y otras 6 más el domingo paralizada sin tareas a la vista. Es duro estar metida en una oficina todo el fin de semana con un espléndido sol en el exterior, pero más lo es pasarse casi 24 horas sin poder hacer gran cosa.
Pero no es de eso de lo que quiero hablar. El caso es que el despliegue del informativo del sábado a mediodía desde Montmeló impidió que se emitiera una pieza prevista inicialmente sobre “unas lesbianas que repartían bollos” (porque así es como era descrita). Ese grupo de lesbianas no estaban allí para endulzar la mañana de sábado de todo aquel que pasara por la Gran Vía madrileña, sino que se reunieron para celebrar la Primera Edición de la Jornada por la Visibilidad Lésbica, en una reivindicación por la visibilidad, la libertad y la igualdad. Centrémonos en la primera reivindicación.
Lideraba el acto Boti García Rodrigo, representado a la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, y afirmaba que “el término homosexual invisibiliza a las lesbianas, el término gay invisibiliza a las lesbianas”. Lo segundo es obvio, pero lo cierto es que da qué pensar. Ciertamente, ocurre muchas veces que, cuando en un medio de comunicación se quiere hablar de homosexualidad, se utiliza inadecuadamente la palabra gay. Pero no menos cierto es que cuando se usa el término correcto, esto es, homosexual, mucha gente piensa sólo en el componente masculino. En este sentido, la reivindicación del reparto de bollos (y pinchos de tortilla) tiene mucho sentido.
Pero la visibilidad no se consigue sólo a través de la utilización correcta de los términos. También es fundamental la representación. Y la representación de las lesbianas en los medios, también va por detrás de la de los gays. Es lógico que esto ocurra, ya que la representación de los gays ha sido siempre mucho más habitual, por lo que su evolución está infinitamente más avanzada. Porque aunque las “locas” siguen siendo los más habituales, han existido un Mauri y un Fernando (“Aquí no hay quien viva”) gracias a los que se ha mostrado otra tipo de gays. Y ellos son sólo un ejemplo, porque también está un Jesús Vázquez copando los programas con más audiencias de la cadena de la Fórmula.
El otro día me decía una amiga que en la representación de lesbianas era necesaria una inmediata transformación, porque las que salen en las series no son para nada realistas. Yo no estoy del todo de acuerdo con eso, porque auque sí que es cierto que la mayoría no son como Maca, y muchísimo menos como Vero (“Hospital Central”), estos dos personajes, y también la pionera Diana Freire (“Siete vidas”) y la magnífica Bea de “Aquí no hay quien viva”, han conseguido que se muestre y hasta se haga habitual un tipo de lesbianas muy alejadas de las típicas con camisa de cuadros y gafas de pasta de las que nos hablaban en “El otro lado de la cama” (y que también en la película parodiaban con el personaje de Natalie Poza, otra buena representación). Y esto ha pasado casi de la noche a la mañana.
Me decía también mi amiga que aparte de no estar de acuerdo con la proliferación de esos personajes por su falta de realismo, creía que iba haciendo falta más variedad. Yo creo que esa variedad no ha llegado simplemente porque la evolución es lenta. Ya se han dado, sin embargo, algunos casos, como el de la serie de internet “Chica busca chica”. Pero se trata sólo de una serie enfocada y dirigida hacia el público lésbico. El siguiente paso debería ser la mostración de dicha variedad en las series con un target y una difusión más amplios. Un muy buen ejemplo de esa variedad es la serie británica “Sugar Rush” (imagen), fresca, divertida y para (casi) todos los públicos. Muy recomendable.
Pero ya se sabe, en España, en ciertas cuestiones, siempre vamos por detrás.
Cierto es que queda mucho por hacer, así que espero que el haber cambiado la batalla por la pole en Montmeló el sábado por la mañana por el reparto de bollos sirva para algo. Veremos.
Cierto es que queda mucho por hacer, así que espero que el haber cambiado la batalla por la pole en Montmeló el sábado por la mañana por el reparto de bollos sirva para algo. Veremos.
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